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La MINGA Indígena del 2020

Foto del escritor: comunidadtiguaiacomunidadtiguaia


La fuerza espiritual de la MINGA indígena, ancestral, motiva a la sociedad colombiana mestiza, a conquistar el respeto por los derechos humanos, el derecho internacional humanitario y los derechos económicos, sociales y culturales de los pueblos.

La consigna que traen los mingueros caminando la palabra desde el suroccidente de Colombia, le da el tono y el color a la inmensa y contundente movilización: “MINGA SOCIAL Y COMUNITARIA POR LA DEFENSA DE LA VIDA, EL TERRITORIO, LA DEMOCRACIA Y LA PAZ”.

Los mingueros han pretendido, en varias ocasiones, sentarse a dialogar con el Estado colombiano, y hoy, especialmente, con su jefe Iván Duque, representante a su vez del partido Centro Democrático y de su líder, el mismo AUV.

Este último, aún sometido a su ubérrima detención domiciliaria, trinó contra la Minga en una serie llamada “ojo con la Minga”; la tildó de socialista, acusándola de que “tiene un objetivo político: la toma socialista del Estado”; que utiliza los derechos democráticos, la defensa de los derechos humanos, el derecho a la protesta, la libertad de expresión y sus reivindicaciones como cortina de humo, para “defender sus acciones violentas”; la inculpa de difundir el “odio de clase”, que según él es “el motor socialista” para “destruir la empresa privada”; la incrimina de usar el pedido de diálogo, como un engaño que “justifica el vandalismo y avanzar hacia la implantación totalitaria”.

Valido de ese sartal de improperios, que en otro contexto serían sandeces, convoca al Estado a un ejercicio de autoridad totalitaria fascista contra la Minga, porque en su delirio asevera calumnioso: “sí señor presidente los indígenas vienen a cometer genocidios, apoderarse de las tierras, adoctrinar y esclavizarnos”. Todo un discurso como el del gobierno golpista boliviano, o como el de Trump respecto de las marchas de los centroamericanos huyendo de los gobiernos neoliberales. De ahí a difundir la conseja de la infiltración de la Minga por el ELN y las disidencias de las Farc – ep, advirtiendo que se trata de un peligro terrorista, no hay sino un paso.

Esa es la tergiversación fascista del papel histórico de la Minga que han reproducido los medios y periodistas sumisos a la idea fija uribista, de etiquetar, calificar de terroristas a quienes, como los indígenas, afros y campesinos, se oponen a las evidentes violaciones de sus derechos humanos, civiles, políticos, económicos y sociales, mediante la movilización social y política.

Sin embargo, no hay una institución más querida para los pueblos indígenas que habitan nuestro territorio colombiano, y el de otros países latinoamericanos, que la Minga.

La Academia (RAE) de la Lengua, deriva la palabra “MINGA del quechua mink'a.

“1. f. Argentina, Chile, Colombia, Ecuador, Paraguay y Perú. Reunión de amigos y vecinos para hacer algún trabajo gratuito en común.

“2. f. Ecuador y Perú. Trabajo agrícola colectivo y gratuito con fines de utilidad social.”

Nuestros ancestros, aborígenes de América, habían experimentado y por ello mismo, conocido en su praxis de siglos, que el trabajo cooperativo, compartido, en función del bien común, optimiza y agiliza el uso de los recursos escasos, y forja la identidad comunitaria

Esa milenaria tradición de trabajo comunitario o colectivo, en la búsqueda del mayor rendimiento o utilidad social, que fortalece la identidad espiritual, profunda y trascendente en los siglos, de los indígenas, es La Minga.

El pueblo Nasa, conocido como Paéz, (situado en parte del departamento del Cauca, en Tierradentro, en parte del sur del Valle del Cauca, del Putumayo y Caquetá, del Huila y del Tolima), identifica la Minga con el vocablo Nasa “pi”txya o pi”txyuwe”, convite de una comunidad o familia a otras, para realizar unidos las tareas indispensables, se trate de cultivos o de obras públicas necesarias, caminos, puentes o canales, u otras que ayuden al buen vivir.

La praxis ancestral de la Minga se transforma en un conjunto de actitudes y comportamientos comunitarios beneficiosos para todas las generaciones. Beneficios físicos y espirituales, que cohesionan e identifican a sus comuneros y generan una relación de afecto y cariño en la memoria histórica de las comunidades.

Esta dinámica emocional participativa, da vigor y afianza la raigambre territorial y el mayor respeto por la Pachamama o la Hitcha Guaia. Al compartir y combinar acciones colectivas, rituales que honran los elementos naturales sagrados del entorno, transmisión oral de saberes de los mayores, a más de los alimentos, todo durante la Minga, se genera una modificación de las fuerzas egoístas e individualistas, hacia un sentimiento que facilita a las personas transformarse, ser gente, mejores seres humanos.

La Minga es una escuela para mayores y menores. La comunidad en acción le facilita a cada persona el aprendizaje de la escucha atenta del otro, y el respeto de las opiniones de los compañeros de vida, de caminada.

La Minga enseña a todos y cada uno de sus afectuosos participantes que se pueden demostrar mutuamente el gran valor que representa cada uno para el otro; el bienestar mutuo es la finalidad de la Minga; el centro del interés, de cada comunero es el otro, como personas y familia grande.

Los participantes de la Minga experimentan, a medida que avanza el trabajo colectivo o la actividad de que se trate, la necesidad de ofrecer la mejor actitud positiva, espontánea y abierta que inspire confianza y cordialidad.

Quienes participan generosos de la Minga se disponen al mejor conocimiento de los compañeros de actividad o labor, a avanzar en la comprensión de su ser humano, personal y comunitario, y por lo tanto a superar cualquier prejuicio que surgiera respecto de las diferencias superficiales, externas, que necesariamente se presentan donde se encuentran los colectivos.

La Minga aporta al buen vivir y buen camino de las comunidades. Pero la quiebran los Estados de imposición por la fuerza del modelo de vida que nos venden, egoísta, negativo para la generosidad, interesado solo en lo útil para el bienestar personal individual, esperando siempre que una acción cualquiera posea una remuneración equivalente y dineraria, con el objetivo exclusivo de elevar el consumo que ahonda la división social.

Por todo lo expuesto, una Minga es ininteligible para los ciudadanos sumisos al modo de vida egocentrista. Para los funcionarios de estado, la Minga se transforma en su concepto, en la reunión de los enemigos del orden y la ley, porque sólo ven problemas cuando, viendo vulnerados sus derechos, se reúne la gente para conversar el sentido de su acción y tomar decisiones de acción de defensa mayoritarias. Los empleados del estado le temen a estas explosiones de ternura de grandes mayorías. Quienes tienen interés en sacar provecho de los contratos de obras públicas, así sean pequeñas, o de los períodos promeseros electorales, no les llaman la atención las Mingas.

Una Minga que camina la palabra, que por su medio busca la justicia, frente a derechos conculcados, vulnerados de modo sistemático, para el caso colombiano: el asesinato sistemático de líderes, la masacre reiterada, la desaparición forzada, la ejecución extrajudicial (“falso positivo”), todos atentatorios del derecho a la sagrada vida, genera temor en el Presidente que no quiere compromisos para cambiar ese derrotero; por ello, se niega al diálogo. Prefiere mantener un estado de cosas inconstitucional frente a este derecho fundamental, entre otros, del respeto a la dignidad de la vida humana.

Una Minga que reivindique el derecho al territorio de las comunidades indígenas, afrocolombianas, y campesinas, se vuelve un problema para los terratenientes del Cauca, el Valle, los Llanos, las Sabanas de la costa atlántica, o los departamentos ganaderos. En especial, los confabulados con el uribismo en el Congreso, muchos de ellos grandes terratenientes ganaderos, aliados con los testaferros de los narcos o narcos ellos mismos (manes de la Ñeñe política), no quieren saber de Mingas que busquen exigir el cumplimiento de la reforma agraria que suscribió el Estado con las Farc en Cuba.

Quienes han concentrado los poderes públicos (Fiscalía, Contraloría, Procuraduría, Defensoría del Pueblo, y sectores de la Justicia), con algunas honrosas excepciones, no pueden reconocer el protagonismo negociador de una Minga que exige cumplir con la necesidad de contar con un Estado Social de Derecho, con división y control político de los poderes públicos, actuante, idóneo, capaz de controlar los desmanes de los poderosos, y por el contrario castigar sus delitos, su corrupción, sus vínculos con el narcotráfico, con el paramilitarismo y su colusión para defraudar la Democracia, como se evidencia mediante la compra de votos, la persecución y eliminación de los opositores, los perfilamientos de opositores a la concentración del poder, de comunicadores verídicos y de docentes críticos, para entregarlos como blanco inerme de los criminales (autores materiales y determinadores) que campean impunes por todo el territorio.

Una Minga es un contrasentido para los enemigos de la Paz enquistados en el Estado, pues se está oponiendo con la mera fuerza de la verdad, a los continuadores del desangre nacional encubierto con el discurso de la seguridad democrática versión 2.0. La Minga se opone a quienes continúan recogiendo las trizas en que han venido quedando los acuerdos sustanciales de la negociación de la Habana para aclimatar la paz:

(i) La eliminación pactada de los cultivos ilícitos, y por lo tanto, el uso de la aspersión del glifosato para destruir todos los cultivos de pancoger, contaminar el agua, generar cáncer en los campesinos cultivadores;

(ii) De igual modo, no colabora a construir la Paz, la invasión de negocios con la minería extranjera que no le importan nuestros ecosistemas de páramo, ni de selva, ni de los piedemontes de las tres cordilleras.

(iii) Menos aún favorece la Paz, la autorización del Fracking para romper el equilibrio de acuíferos y fuentes de agua de todo el país, con el pretexto de buscar el petróleo, ya de por sí inexistente en Colombia, para obtener mayores divisas, firmando contratos leoninos de entrega del territorio.

(iv) De igual modo, flaco favor le hace a la promoción de la Paz el asesinato aleve de los excombatientes negociadores de la desmovilización de las Farc, configurando un nuevo genocidio, como el ocurrido con la UP.

(v) Hecho sumado a la eliminación de dirigentes sociales, de derechos humanos y ambientales, a las masacres sistemáticas. Entre estos líderes sociales, se encuentra un amplio número de indígenas, mayores y sabedores de las comunidades que hoy marchan por las carreteras colombianas, buscando un esquivo y mezquino diálogo pacífico.

Solo la Minga que moviliza por miles los ciudadanos colombianos, indígenas, negros, mestizos de todos los colores, que expone la verdad con su brillo, a quien le temen los poderes concentrados, a la que no quieren recibir en sus despachos, es la garante de que Colombia no continúe viviendo otros quinientos veintiocho (528) “años de soledad” o quizás más, como ocurrió después de la Conquista y Colonia, exclusión y discriminación que la República mantuvo hasta hoy.

Solo la Minga solidaria, amorosa, luchadora por la vida sagrada, es la cura integral de nuestra proverbial soledad.

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